¿Qué podemos aprender de Finlandia para luchar contra el sinhogarismo?
Finlandia es el único país que ha erradicado el sinhogarismo en las calles y que ha reducido notablemente la exclusión residencial, pero no es ninguna casualidad. Para ello empezaron a trabajar a finales de los años 80.
Laura Guijarro Edo
El número de personas sin hogar crece en toda Europa, incluso en países que experimentan un fuerte crecimiento económico como Alemania, donde sólo en Berlín se registraron 30.000 personas durmiendo en equipamientos temporales y albergues en el año 2017 (10.000 personas más que en el año anterior). Cada vez son más las personas que se ven obligadas a vivir en la calle, en equipamientos diseñados para personas sin hogar como albergues o viviendas temporales, en asentamientos de chabolas, en viviendas ocupadas y sobre ocupadas, en espacios no habilitados para la vida cotidiana, o a migrar de sofá en sofá sin ningún tipo de seguridad ni perspectiva de poder recuperar la autonomía a través de una vivienda propia. La realidad en Europa nos revela cifras escalofriantes.
En el último recuento de personas sin hogar realizado en París en febrero del 2018 se registraron 2.952 personas durmiendo en la calle, que con las 672 que esa noche fueron a albergues de emergencia, suman un total de 3.624 personas sin techo en una sola noche en la capital francesa. Si añadimos a las personas alojadas en los albergues de la ciudad abiertos los meses de invierno, la cifra asciende a más de 5.000 personas.[1]
Según el último informe que compila datos sobre el sinhogarismo en toda europa publicado por FEANTSA[2] en 2017, en Austria se registraron 15.909 personas sin hogar en 2015, lo que supone un incremento del 32% respecto al año anterior. En Bruselas el número de personas durmiendo en la calle se duplicó entre los años 2014 y 2016 llegando a 707 personas. En Irlanda el número de personas sin hogar se incrementó en un 25% desde el año 2016 al año 2017 donde se estima que hay unos 5.250 adultos sin hogar y 3.124 niños. Las estadísticas de los Países Bajos muestran 31.000 personas sin hogar en el año 2016, un 24% más con respecto al año 2013. En Luxemburgo se registra un aumento del 61% entre el 2012 y el 2016 mientras que en el Reino Unido el número de personas que duermen en la calle se ha incrementado en un 135% desde el año 2010. A pesar de que las metodologías para obtener los datos son diversas, las evidencias nos indican que el problema del sinhogarismo crece de forma alarmante en toda la Unión Europea.
Barcelona no está exenta ni es ajena a esta realidad provocada por la extensión de las situaciones de precariedad que se dilatan en el tiempo, la exclusión permanente del mercado laboral y del sistema de garantía de ingresos de una parte de la población, la exclusión administrativa de las personas recién llegadas y la exclusividad de un mercado de vivienda cuyos precios desorbitados van en aumento a causa de la financiarización de la vivienda y el uso de ésta con fines especulativos. Desde el año 2008, el número de personas que duermen en la calle en Barcelona, según recuentos se ha incrementado en un 56%, pasando de 658 a 1.026. Asimismo, el número de personas que duermen en recursos residenciales ha aumentado en un 64%, pasando de 1.190 a 1.954 en los últimos años. Ampliar las plazas en alojamientos especializados ha servido para contener una parte del crecimiento, pero no para frenarlo.
En este contexto, Finlandia es el único país que ha erradicado el sinhogarismo en las calles y que ha reducido notablemente la exclusión residencial, pero no es ninguna casualidad. Para ello empezaron a trabajar a finales de los años 80.
Fue entonces cuando se diseñó la primera estrategia nacional en la que se implicaron desde ONG’s, voluntarios, administraciones locales y estatales, y el estado mismo, alcanzando así un compromiso político nacional, local, profesional y financiero sin precedentes. El objetivo sobre todo era reducir el número de personas sin hogar que en el año 1987 rondaba los 10.000.
La principal premisa partía de humanizar la vida de estas personas y asegurar el derecho a la vivienda, rompiendo así con la idea de que un hogar es una mercancía o la finalidad última del modelo de apoyo social en escala. Finlandia decidió reconvertir los albergues en apartamentos individuales, pasando de tener 65 apartamentos independientes en el año 1985 a 2.433 en el año 2016.
Parte de su estrategia consistió en aumentar también el número de viviendas con soporte para aquellas personas con altas necesidades, pasando de tener 127 en el año 1985 a tener 1.309 en el año 2016[3].
En 30 años, Finlandia ha generado un parque de vivienda social destinada a personas con necesidades complejas sin equivalente el resto de Europa, considerando que si hay personas durmiendo en la calle es por falta de vivienda asequible, y asumiendo progresivamente los principios del Housing First
[4]. Pero el compromiso con la reducción del sinhogarismo no se limita solo a la creación de vivienda social o a la atención a las personas que se han quedado en la calle, sino que en este país la prevención juega un papel fundamental en la lucha contra la exclusión residencial. Las ayudas para sufragar los costes de la vivienda forman parte del sistema de protección social nacional y las personas en situaciones de vulnerabilidad las reciben de forma automática.
De la estrategia finlandesa no solo debemos aprender a desplegar el modelo Housing First. Es imprescindible evitar que nuevas personas caigan en situaciones de sinhogarismo por lo que la prevención, la movilización de un gran parque de vivienda para usos sociales, el compromiso a nivel nacional, y políticas que superan los ciclos electorales, son la clave del éxito de Finlandia.