Mujeres sin hogar: rompiendo la invisibilidad
En este artículo se analizan algunas de las causas que llevan a las mujeres a situaciones de sinhogarismo y porque esta realidad es un fenómeno invisible para gran parte de la población.
Laura Guijarro Edo
Introducción
La tipología europea de sinhogarismo y exclusión residencial (ETHOS) (1) define el sinhogarismo en términos de falta de un hogar, más que de la vivencia de una situación específica. Hay tres aspectos fundamentales que definen lo que entendemos por hogar: el aspecto físico que tiene que ver con un espacio seguro en el que poder habitar, el aspecto social, que tiene que ver con el derecho a la privacidad, y el aspecto legal que tiene que ver con el derecho legal a tener un hogar que se concreta a través de un contrato.
La ausencia de estas tres dimensiones nos lleva a situaciones de sinhogarismo en las que una persona que duerme en la calle es una persona sin hogar, pero también lo es una persona que se ve obligada a dormir en el suelo de una habitación o que no tiene donde ir, o una persona que se ve obligada a dormir en un centro residencial para personas sin hogar.
A pesar de que el sinhogarismo extremo, que es el que encontramos en las calles de nuestras ciudades, se continúa considerando una problemática mayoritariamente masculina, la presencia de mujeres en situación de exclusión residencial va en aumento y la proporción de mujeres en la calle y centros residenciales es cada vez más elevada.
En este artículo se analizan algunas de las causas que llevan a las mujeres a situaciones de sinhogarismo y porque esta realidad es un fenómeno invisible para gran parte de la población.
Algunos datos
Los indicadores europeos nos alertan de un crecimiento del número de mujeres que sufren exclusión residencial. En Francia, por ejemplo, se ha detectado un incremento del 22% de mujeres que solicitan vivienda de emergencia entre el año 2015 y 2016. En Inglaterra (2), el porcentaje de mujeres durmiendo en la calle es de un 14% y en Irlanda, el acceso de mujeres a servicios destinados a personas sin hogar aumentó en un 28% entre 2016 y 2017 (3).
En Barcelona, los datos que recoge la XAPSLL (red de atención a personas sin hogar por sus siglas en catalán) en sus recuentos anuales revelan una fuerte sobrerrepresentación masculina entre las personas que duermen en la calle y en los recursos residenciales de la ciudad. El año 2018, de las personas que dormían en la calle, un 8,36% eran mujeres. Sin embargo, entre las mujeres que pernoctaban en albergues, el 24% eran mujeres.
En Sant Joan de Déu Serveis Socials, Barcelona, en el año 2018 atendimos a 493 personas de las que 75 eran mujeres, con una representación del 15% del total de nuestras atenciones y un 4% más respecto del año 2017.
Las trayectorias femeninas en el sinhogarismo
El sinhogarismo se ha considerado y se continúa considerando u problema que afecta mayoritariamente a los hombres. Si bien es cierto que la proporción de mujeres que duermen tanto en la calle como en equipamientos residenciales es mucho más reducida que la de los hombres, hay que recordar que la exclusión residencial tiene muchas caras y que a pesar de que las más visibles tienen lugar en la calle, no quiere decir que las mujeres no sufran otros tipos de exclusión residencial.
A pesar de que la cara más extrema tiene lugar en la calle, reducir este problema a estas situaciones nos da una visión de la realidad restringida y parcial, invisibilizando a las mujeres que sufren otros tipos de exclusión residencial.
La evidencia empírica nos demuestra que la razón principal de que la presencia de las mujeres sea menos visible, es que las formas de exclusión residencial protagonizadas por ellas acostumbran a quedar ocultas en el ámbito privado
. Existe un sinhogarismo que se vive de puertas hacia dentro, lejos de la calle y que implica formas de infravivienda, de precariedad habitacional extrema y de abusos, que hacen que las mujeres que lo sufren vean limitada su capacidad de poder llevar a cabo un proyecto de vida autónomo y de salir de situaciones de pobreza extrema
La investigación existente (4) nos indica que las razones por las que el porcentaje de mujeres durmiendo en la calle es más reducido que el de los hombres, son varias. Por un lado, las mujeres que sufren situaciones de sinhogarismo siguen trayectorias diferentes a las de los hombres y movilizan todo el capital social del que disponen con tal de no tener que llegar a una situación de calle. Es así que las mujeres tienden a buscar opciones informales a través de amigos, familiares y conocidos antes que acudir a servicios sociales o equipamientos para personas sin hogar. Sólo cuando fallan las redes de apoyo de amigos y familiares, piden ayuda en los circuitos formales como suelen ser los Servicios Sociales.
En el caso de las mujeres con menores a cargo, el miedo a perder los derechos sobre sus hijos o a ser juzgadas y monitorizadas por los servicios sociales en su rol de madres, hace que sean mucho más reluctantes a la hora de pedir ayuda de manera formal y que busquen soluciones informales.
Por otro lado, los servicios para personas sin hogar han sido diseñados para dar servicio a una población masculina y todavía hay muchos países donde no han incorporado la perspectiva de género, haciendo que muchas mujeres tiendan a evitar la caída hacia esos equipamientos.
El sinhogarismo femenino está estrechamente relacionado con la violencia de género y situaciones de abuso.
Un estudio (5) sobre mujeres sin hogar en Madrid nos indica que el 42% de las mujeres que duermen en la calle han sufrido maltrato, mientras que un 28% han sufrido abusos sexuales. Asimismo, la proporción de mujeres que viven en la calle y que han sufrido situaciones de violencia por parte de sus parejas es elevada en todos los países de los que tenemos datos. En una investigación realizada en Irlanda en el año 2015 (Mayock et. al. 2015), el 92% de las mujeres sin hogar entrevistadas había sufrido alguna forma de violencia física o abuso de carácter sexual durante su edad adulta, mientras que el 72% había sufrido alguna forma de violencia o abuso durante su infancia. En Suecia, la primera causa de sinhogarismo entre las mujeres tiene que ver con agresiones físicas sufridas a manos de la pareja (Sahlin, 2004). En el Reino Unido, una mujer que ha sufrido violencia de género es reconocida directamente como una persona sin hogar, reconocimiento clave para poder acceder a una vivienda de manera primordial y evitar caídas en la calle (Quilgars i Pleace, 2010).
Una vez las mujeres acaban en situación de calle, los episodios de violencia y presión sexual siguen
. Los datos de la encuesta de personas sin hogar del Instituto Nacional de Estadística del 2012 nos indican que un 24% de las mujeres que viven en la calle han sufrido algún tipo de agresión sexual. La sensación real de inseguridad que experimentan las mujeres que están en la calle es un factor determinante a la hora de buscar estrategias alternativas a dormir en la calle. Pero si bien recurrir a amistades, familiares y conocidos puede parecer una alternativa segura a la calle, las propias redes informales colocan a veces a las mujeres en situaciones de explotación y precariedad extremas de las que es difícil encontrar salida.
Conclusiones: una mirada femenina sobre el sinhogarismo
Cuantificar y detectar el número de mujeres que viven en pisos sobreocupados, en asentamientos o en habitaciones de realquiler sin ningún tipo de seguridad jurídica es muy difícil. La invisibilidad conlleva importantes carencias a la hora de desarrollar políticas que atiendan a las personas (sobre todo mujeres) que viven situaciones de sinhogarismo que no se expresan en el espacio público.
La actividad de las entidades especializadas y de los servicios sociales se concentra en la exclusión residencial sobrevenida, los desahucios, las situaciones de riesgo de pérdida de la vivienda y en la atención a las personas sin techo que se hacen presentes en la vía pública.
Hace falta entender que las trayectorias vitales que llevan a las mujeres a quedarse en hogar son diferentes a las de los hombres, y que las estrategias que las mujeres ponen en marcha con tal de no acabar en la calle, son muchas y muy complejas
. El análisis de la exclusión residencial desde una perspectiva de género nos ayuda a entender las casuísticas, a visibilizar a las mujeres en situación de sin hogar, a ampliar la comprensión del sinhogarismo en todas sus versiones y a diseñar medidas dirigidas a esta parte oculta de la población.
Comprender el sinhogarismo como la falta del acceso a una vivienda segura, adecuada e íntima donde poder desarrollarte como persona en todas tus facetes, nos permite romper con la mirada de que las personas sin hogar son sólo aquellas que vemos durmiendo en la calle y que por lo tanto las mujeres no sufren este problema. Visibilizar a las mujeres sin hogar nos tiene que ayudar a atender mejor a quien se encuentra en situación crítica, a revisar los servicios con tal de ofrecer espacios que permitan a las personas atendidas reconstruir su vida, su autoestima y su intimidad. Pero, sobre todo, a poner el foco en la prevención y en el acceso a la vivienda, porque una vivienda estable es el mejor espacio para que una mujer se sienta segura y pueda reconstruir un hogar
.
__________________________
(1) Tipología Europea de Sin Hogar y Exclusión Residencial. Disponible en: https://www.feantsa.org/download/ethos_spain-24518105836657575492.pdf
(2) Bretherton, J. and Pleace, N. (2018). Women and Rough Sleeping: A Critical review of Current Research and Methodology. University of York
(3) Focus Ireland: https://www.focusireland.ie/resource-hub/latest-figures-homelessness-ire...
(4) Baptista, I (2010). Women and homelessness. In E. O’Sullivan, V. Busch-Geertsema, D. Quilgars, & N. Pleace (Eds), Homelessness research in Europe Brussels: FEANTSA, pp. 163-185; Mayock, P. and Bretherton, J. (2016).
(5) Rodríguez Moreno,S.; Roca Morales, P.; Panadero Herrero, S.; Vázquez Cabrera, J.J.; (2016) Sucesos vitales estresantes en mujeres en situación de sin hogar. Publicado en Mujeres e investigación. Aportaciones interdisciplinares: VI Congreso Universitario Internacional Investigación y Género (2016), p 611-624.