Contra la sistematización de la desigualdad
Dr. Joan Uribe Vilarrodona
A partir de la convicción de que las situaciones de exclusión social son fruto de relaciones y decisiones personales, obviamos que, en realidad, tienen un orígen estructural fundamentado en la desigualdad social y la inseguridad (laboral, educativa, social, en la salud, legal). Este marco de desigualdad, y debido al contexto de crisis, se ha agravado en lugar de recortarse, como hubiera sido deseable como respuesta a la crisis. Ante esto, la sociedad en conjunto así como las entidades sociales, tenemos el deber de hacer prevalecer el rechazo al asistencialismp caritativo hacia un enfoque bajo una perspectiva de derechos, y reclamar una reorientación del sistema de mercado y, en general, de un modelo de sociedad donde se naturalice la redistribución de la riqueza y los recursos, en un contexto de justicia social.
¿Qué entendemos por exclusión social?
El concepto de Exclusión Social tiene un interés especial a nivel semántico, especialmente si se compara aquel al que progresivamente ha sustituido: el de marginalidad. Varios autores hacen mención de hasta qué punto contaban y, de alguna manera, se contaba, con aquellas personas y colectivos que se ubicaban en la marginalidad -es decir, en tanto que sujetos fronterizos, en el margen, el límite, en la zona de nadie y de todos -.
Estaban presentes en la sociedad aunque fuera de manera difusa en relación a aquello que se espera, se pide y se otorga a los miembros de una sociedad.
En cambio, el concepto de Exclusión Social, evoca con claridad a aquellos que no están -porque supuestamente han marchado, o porque se les ha expulsado -
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En cuanto que excluidos y excluidas, son personas que se dan por desaparecidas. Como tales, no se las supone presentes y por lo tanto no se espera que sean visibles, y, mucho menos, sujetas a derechos y obligaciones. Ni cuentan, ni se cuenta con ellas.
Esta interpretación está siendo utilizada, en algunos ámbitos, para apoyar lógicas institucionales y marcos normativos que materializan una exclusión también de los derechos de las personas y colectivos socialmente excluidas: una doble exclusión, puesto que la exclusión de los derechos dificulta aún más el poder superar la exclusión social.
Así mismo, el concepto de exclusión social tiene una significación más profunda. Basándonos en la propuesta que el equipo de investigación del IGOP hace en ‘Ciudadanía e Inclusión Social. El Tercer Sector y las políticas públicas de acción social’, podemos decir que la exclusión social hace referencia a
“(...) Aquellos procesos de negación, de expulsión o de inaccesibilidad a los recursos que son socialmente valiosos en un determinado contexto socio-histórico.”
Dicho de otra manera,
“La exclusión social es, en este sentido, aquello que impide el pleno desarrollo de las personas desde sus deseos y capacidades. Desigualdades de todo tipo entran en juego en la definición de la exclusión social y cada persona puede experimentar este proceso de formas enormemente diferentes, aunque compartan unas condiciones parecidas. (...) cuando nos acercamos al fenómeno de la exclusión, hablamos de un concepto (...) que es complejo y multidimensional, facilita la comprensión de unas dinámicas de desigualdad cada vez menos dicotómicas, más flexibles y más complejas que ya no se pueden explicar en su globalidad empleando viejos marcos teóricos”1.
Esta definición y contextualización de la exclusión social nos ayuda a abordar dos conceptos: pobreza y desigualdad.
LH n. 313 (3/2015)